Historia del Albaicín: el barrio más precioso y antiguo de Granada
La historia del Albaicín es milenaria. Es el barrio más icónico de la ciudad, y aunque los musulmanes imprimieron su sello, cada calle y esquina, cada plaza y cada casa terminaron conformando un barrio moldeado por diferentes culturas que habitaron en él durante toda su historia. El Albaicín también es el origen de la actual ciudad de Granada, el primer asentamiento en la zona. ¡Acompáñanos a una maravillosa visita por la historia del Albaicín para conocer sus orígenes, las diferentes culturas y religiones que lo habitaron y la evolución durante los siglos!
Sus Orígenes: Iliberris
Los arqueólogos e historiadores han confirmado la presencia de asentamientos en el lugar donde hoy se sitúa el barrio del Albaicín desde época neolítica. Durante la época del Bronce existieron poblados estables que desarrollaron una cultura que entró en contacto con la famosa Cultura del Argar en Almería, pero también con griegos y fenicios.
Avanzando un poco más en el tiempo, la arqueología nos ha confirmado la presencia íbera en el Albaicín en el siglo VII a. C, y esto se sabe por los restos de muralla que se han encontrado y estudiado. El Albaicín, en época íbera, es conocido como Iliberris o Ilíberis, que era el nombre que figuraba en las monedas que acuñaban los íberos y que han sido encontradas. Esta etapa se verá pronto eclipsada e influenciada por las potentes culturas griega y romana.
Historia del Albaicín en época romana
El Imperio Romano ha sido uno de los más poderosos y extensos de cuantos han surgido en la historia, por este motivo no tardarían en llegar a la Península en el 218 a. C. de la mano de la guerra que estaban librando con los cartagineses. Los primeros asentamientos romanos se establecieron en la vega de Granada, y pronto establecieron contacto con Ilíberis.
Los romanos ofrecieron un pacto a los íberos por el cual conservarían sus cultura, lengua y costumbres, así como cierta independencia y libertad, a cambio de reconocer el sometimiento a Roma y pagar los correspondientes tributos. Más que un pacto era un ultimátum: en caso contrario arrasarían el poblado y a todos sus habitantes. Las fuentes nos confirman que Ilíberis cedió pacíficamente, iniciando un lento, pero firme, proceso de romanización.
El proceso de romanización de Ilíberis, que duró más de un siglo, culminó con la concesión del derecho latino a sus pobladores. Pero hubo más: se convirtió en una ciudad más del Imperio romano con el nombre de Florentino Illiberritano. Y como ciudad romana que es, comenzaron a levantarse sus edificios públicos y de culto, su red de alcantarillado, sus baños públicos, necrópolis, hornos, un foro y un largo etcétera. Son numerosos los restos de estas infraestructuras que se han encontrado en el Albaicín. Parece ser que esta ciudad romana se situaba en todo el espacio que rodea a la Plaza de San Nicolás, con un tamaño de 12 hectáreas y con una población de entre 2000 y 3000 habitantes.
El Albaicín visigodo
La crisis terminó llegando a la ciudad romana de Ilíberis paralela a la decadencia que está sufriendo el Imperio romano durante los siglos IV y V. Terminó afectando a su población, que disminuyó, con la consecuente crisis económica. Durante la definitiva ocupación visigoda de la Península Ibérica, dio comienzo un periodo de decadencia para Ilíberis. La escasez de restos arqueológicos y las pocas fuentes sobre este periodo nos indican que la ciudad no sufrió muchos cambios, continuando con su prolongada decadencia.
Se advierte, sin embargo, una clara intención por sus habitantes de construir más elementos defensivos, como lo demuestra el derribo del foro y la construcción en su espacio de un castillo. De esta época se han encontrado monedas acuñadas con el nombre de Ilíberis, pero lo cierto es que la ciudad estaba en vías de extinción debido a su intenso despoblamiento.
El Albaicín musulmán
Se dice que las épocas de crisis son oportunidades, y la historia del Albaicín daría un vuelco con la conquista musulmana de la Península ibérica. Comienza un nuevo periodo histórico, también para la ciudad de Ilíberis. Los musulmanes entran a la Península por Tarifa en el 711, y derrotan a los visigodos en la batalla de Guadalete. Comenzaron una expansión por el resto del territorio, alcanzando la actual provincia de Granada.
La ciudad de Medina Elvira
El primer asentamiento musulmán en Granada se llamó Medina Elvira, situado a los pies de la Sierra Elvira, en el actual termino municipal de Atarfe. Durante toda la Alta Edad Media, Medina Elvira experimentó un gran desarrollo comercial, siendo un cruce de caminos entre Pechina y Córdoba. Uno de sus gobernadores fue Abderramán Al Saybaní, quien estaba preocupado por su defensa. Saybaní mandó construir una fortaleza al norte del rio Darro, en una de las colinas de Sierra Nevada, dando origen a la ciudad de Granada.
Garnata
El nuevo núcleo fortificado recibió el nombre de “Hisn Garnata”, que significa “Fortaleza de Granada”, y se situó en el mismo lugar donde está la Ilíberis visigoda, en aquellos momentos casi desaparecida. La fama de la zona de Garnata fue en aumento gracias a la llegada al lugar de unos primeros pobladores sirios que difundieron la noticia de que Granada era la Damasco de Al-Andalus. A pesar de esta fama, Garnata no pasó de ser un simple castillo fortaleza durante siglos, hasta la llegada de los ziríes.
La etapa Zirí
Los cambios históricos que se suceden en la Península también afectan a Garnata. El Califato Omeya de Córdoba se desintegra, y de sus ruinas nacen las Taifas. Una de ellas sería la Taifa de Granada que surge en el siglo XI, y cuyo primer rey fue Zirí, que dio nombre a la dinastía. Los primeros reyes ziríes, al igual que los gobernantes anteriores, vivían y dirigían los asuntos desde Medina Elvira, mientras que Garnata seguía estando como emplazamiento fortificado.
Con el rey zirí Zawi ibn da comienzo un traslado de población desde Medina Elvira a Garnata, que poco a poco se va convirtiendo en una ciudad-medina. En las dos primeras décadas del siglo XI, Granada se erige como la nueva ciudad en detrimento de Median Elvira, que terminará despoblándose. En el reinado de Habbus (1019-1038) se dotó a la ciudad de una alcazaba, llamada Alcazaba Cadima, y de todo un entramado de acequias que traían el agua desde la Sierra de Alfacar.
La etapa de esplendor del Albaicín
El núcleo originario de esta nueva ciudad, ocupado por la alcazaba, se instaló en la colina del actual barrio del Albaicín. Desde el siglo XI la extensión de la ciudad fue ampliándose constantemente, como lo demuestran los restos de las murallas. La ciudad fue adquiriendo con el tiempo mucha importancia, y debido a la inmigración proveniente del norte (empujada por las conquistas cristianas), aumentó su población.
La extensión perimetral del Albaicín llegó hasta el rio Darro, e incluso hasta la Colina Roja, futuro emplazamiento de la Alhambra. La expansión obliga a construir la Alcazaba Gidida (que se extendía por Placeta de San Miguel, los callejones del Gallo, Ladrón del Agua y carril de Santa Isabel, en actual barrio del Albaicín), que es una extensión de la Cadima.
El origen del nombre del Albaicín
La historia del Albaicín no se puede desligar de su nombre. El origen de “Albaicín” sigue siendo un tema polémico, ya que los propios estudiosos sobre este tema no se ponen de acuerdo. Para algunos, procede de una palabra árabe que significa “barrio en cuesta”, por su emplazamiento; otros defienden que el término derivó de los al-baezzin o al-bayyasin, inmigrantes que llegaron al Albaicín procedentes de Baeza en 1227 tras su conquista por los cristianos.
Otra de las teorías, quizás la más aceptada, es la que establece el origen del nombre en el término “rabad albayyazìn”, que significa “arrabal de los alconeros”, referencia al arrabal que se crea en torno a la zona opoblada, y que terminaría dando su nombre. En cualquiera de los casos, el Albaicín vive una época de expansión, y el arrabal que indicamos ya ocupaba la actual Plaza Larga y el cerro de San Miguel.
El Albaicín almorávide y almohade
Los almorávides ocuparon el Albaicín en 1040, y se quedaron durante un siglo. En 1149 fueron desplazados por los reyes almorávides. Tantos unos como otros gobernaron desde la Alcazaba de Granada, pero no fue una época especialmente buena para la ciudad. Esta etapa de inestabilidad y las continuas luchas causaron destrozos en algunas infraestructuras urbanas y un estancamiento en la población. No obstante, hubo intentos de reconstrucción llevados a cabo por el cadí almohade Ibn Ibrahim.
El reino nazarí de Granada
La etapa en la que gobernaron los reyes de la dinastía nazarí fue la de mayor esplendor. En 1238, el rey nazari Muhammad ben Yusuf, fundador de la dinastía, se establece en el Albaicín y funda el Reino de Granada. Durante todo el siglo XIII se producen importantes cambios. La ciudad sigue creciendo y se amuralla el arrabal.
Los reyes nazaríes deciden construir una nueva alcazaba en la Colina Roja, siendo el origen de la Alhambra. Desde su construcción, la Alcazaba Cadima comenzó a denominarse la Alcazaba Vieja. La población del Albaicín siguió absorbiendo a gentes que huían del avance cristiano, y en poco tiempo la ciudad creció como nunca, al mismo tiempo que se construían más infraestructuras urbanas para atender la demanda de sus habitantes.
El Albaicín cristiano
En 1492 se produce la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos, y Boabdil, el último rey nazarí, parte para el exilio. El asentamiento de sus nuevos moradores, los cristianos, conllevaría un cambio profundo en el Albaicín. El mismo año de la conquista se publica el Estatuto de Ocupación de la Ciudad de Granada, donde se intenta integrar, y en algunos casos simplemente someter, a los musulmanes. Los espacios musulmanes del Albaicín van siendo progresivamente ocupados por los cristianos que inician un proceso de reconversión para sus habitantes. La iglesia se apropia de los bienes inmuebles de los moriscos y se remodelan los espacios urbanos nazaríes.
La fisionomía de la ciudad va cambiando porque los edificios públicos musulmanes son destruidos o remodelados: las mezquitas son demolidas para ser sustituidas por iglesias y conventos. Los cristianos intentan integrar a la población morisca del Albaicín, y para ello levantan iglesias y parroquias por todo el entramado urbano. Como ejemplo de este proceso, las iglesias de San José o San Miguel son construidas sobre antiguas mezquitas.
La Granada morisca
La tensión entre cristianos y moriscos fue patente y constante. Estos últimos tenían que aguantar las humillaciones de los cristianos que, salvo algunas excepciones, practicaron la política de provocación, que se plasmaba en las normas que se publicaban, o en la destrucción de sus edificios y símbolos. Durante esta época el Albaicín cuenta con dos calles principales: San Juan de los Reyes y Cuesta de Alhacaba. Las nuevas calles que se van creando en torno al Albaicín comienzan a ser más anchas (alejadas del entramado de calles que caracterizaba a una medina musulmana), y en torno a ellas se construyen iglesias góticas y renacentistas.
Pero la Granada morisca tenía sus días contados. La relación entre cristianos y moriscos era cada vez peor. En 1566 se publica la pragmática de Felipe II, prohibiendo por ley su costumbres, ritos, creencias y lengua. Como era de esperar, se produjo un levantamiento general morisco encabezado por Aben-Humeya. Durante la guerra son sacados todos los moriscos del Albaicín y trasladados tierra adentro para que no pudiera ayudar a los correligionarios de la Alpujarra. Tras su expulsión, sus bienes y propiedades en Granada son confiscadas. Todo culmina con la expulsión morisca en 1610. Este proceso histórico privó al Albaicín del núcleo económico y productivo, pero permitió el control absoluto e indiscutible de la ciudad por parte de los cristianos.
Los antecedentes del Albaicín actual
Las propiedades abandonadas por los moriscos fueron repartidas por los cristianos, pero el precio a pagar por la expulsión ha sido muy alto. El Albaicín quedo despoblado, y apenas unas 5000 personas vivían en la ciudad. Durante el siglo XVII la decadencia es palpable y notoria, y las autoridades granadinas intentan revertir este proceso llevando a cabo nuevas construcciones que dinamizaran la ciudad. En este siglo se levantan la Cancillería, Plaza Nueva, Puerta del Elvira, Carrera del Darro, Casa de Castril, etc. Este afán constructor termina en el siglo XVIII, abriéndose un periodo de mantenimiento de la ciudad, reformando calles y edificios.
Historia del Albaicín en los siglos XIX y XX
El XIX es un siglo romántico, y el Albaicín comienza a ser mirado de otra forma. Los románticos recuperan la nostalgia musulmana de sus calles y edificios, pero chocan con el movimiento racionalista y reformista que surge en la época. El Albaicín se despega más si cabe de la ciudad de Granada, donde las amplias calles y plazas se abren paso. Se reforman sus calles que se les implantan, por primera vez, pavimentos de empedrado y aceras.
Con la industrialización emergen en la ciudad barrios obreros. La población del Albaicín comienza a trasladarse a estas casas baratas, y el abandono progresivo se acentúa con la expansión de la ciudad granadina hacia la vega. El barrio del Albaicín queda poblado por gente humilde y trabajadora que durante el estallido de la Guerra Civil se convirtieron en un foco de resistencia contra los militares alzados. Incluso el barrio llegó a ser bombardeado por tierra y aire.
Tras la guerra, y durante la alcaldía de Gallego Burín, se intenta mejorar la situación del barrio y se pone en valor su patrimonio histórico y artístico. Este empeño se vio más tarde reflejado en el Plan Especial del Albaicín aprobado en 1975 con el que se pretendía defender el patrimonio histórico mediante las expropiaciones de edificios e inmuebles y su puesta en valor. En los últimos años el barrio del Albaicín está viviendo un nuevo fenómeno: la masificación turística, que trae evidentes beneficios económicos, pero que conlleva otros serios problemas.
Albaicín, Patrimonio de la Humanidad
El 17 de diciembre de 1994 el Albaicín fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, catalogado como un “un rico legado de la arquitectura árabe vernacular con la que armoniosamente se combina la arquitectura tradicional andaluza”. Esto no solo dio a conocer al historia del Albaicín al mundo entero, sino que provocó la confección de diversos planes de rehabilitación y mantenimiento para su puesta en valor. Hoy en día el turismo inunda su calles, con la Alhambra de Granada de fondo, siempre vigilante.
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